No hay olvido para quien puso tan en alto el nombre de la cultura avileña

Si la vida le hubiera dado el chance, este 18 de noviembre estaría cumpliendo 99 años de edad un músico muy querido y respetado por el pueblo avileño: el Maestro César Alberti Orozco. En la memoria afectiva de este pueblo ha quedado su impronta, marcada no sólo por su indiscutible calidad profesional sino, además, por sus valores ciudadanos, éticos y revolucionarios.

César vio la luz primera en la ciudad de Ciego de Ávila, en 1923, y realizó estudios en la Escuela Politécnica de primera y segunda enseñanza. En 1942, ingresó a la Banda Municipal como educando y, dos años más tarde, ya se desempeñaba como flautista. Por esa época, y según consta en su expediente laboral, fue nombrado por Decreto del Alcalde Generoso Vega Lazo como profesor de la Banda de Música del Cuerpo de la Policía Municipal.

A mediados de 1947, Alberti pasó a la orquesta Santa Cecilia y, al siguiente año, organizó y fundó la orquesta Jazz Band Intermezzo, reconocida nacionalmente por su calidad interpretativa y con la que se han deleitado en grado sumo generaciones sucesivas de bailadores avileños y amantes de la buena música. En julio de 1954 se graduó en la especialidad de Teoría de la Música y Solfeo.

Durante años, César, como otros músicos de su tiempo, tuvo que alternar su labor artística con otros oficios para recompensar el bajísimo salario que percibía. Por ello laboró como mozo de limpieza y mensajero en la tienda mixta llamada Casa Castro hasta 1957, en que decide trasladarse a La Habana en busca de nuevos horizontes. Ya en la capital integró la Orquesta Farach, trabajó como saxo tenor y flautista en el Cabaret Palermo, y también formó parte de la orquesta bailable del famoso Cabaret Capri.

En 1960 regresa a Ciego de Ávila y es nombrado Director de la Banda Municipal por Resolución del entonces Comisionado Municipal Capitán Orestes Varela. También asume la dirección de la orquesta Intermezzo, desarrollando a la vez un intenso trabajo como instructor voluntario de arte, al crear numerosos coros, como fueron los de Gastronomía y Comercio, el de Educación y el de las Milicias. Asimismo, su labor docente llegó a otros centros de trabajo e, incluso, a bases campesinas. Brindó su colaboración y asesoría en la organización de grupos de aficionados y Festivales, e impartió docencia en la Escuela de Arte.

El profesor, saxofonista, director de Banda y orquesta no estuvo ajeno a los momentos históricos que le tocó vivir y supo combinar armónicamente su labor intelectual con la práctica revolucionaria. Así, se integró a los CDR desde su fundación, vistió con orgullo el uniforme verdeazul de las Milicias Nacionales Revolucionaria y reorganizó en la década del 70 la Banda Municipal.

Por sus méritos laborales fue elegido trabajador de avanzada, Presidente del Consejo de Trabajo e integrante del Comité Provincial de la CTC. Presidió la Brigada Artística Juan Marinello y participó, batuta en mano, en los momentos y acontecimientos más trascendentales de la vida política, social y cultural de la historia revolucionaria en su querida tierra natal por medio siglo.

Al decirnos adiós ostentaba con orgullo su condición de militante del Partido Comunista de Cuba. Por su vida y obra a favor de la cultura recibió múltiples reconocimientos y condecoraciones, entre ellas las medallas Raúl Gómez García, la Juan Marinello por la obra de toda la vida, así como la distinción Ñola Sahíg Saínz y una, también merecidísima en grado sumo, y que él recibió con modestia y sencillez, pero hondamente emocionado: Hijo Ilustre de la Ciudad de Ciego de Ávila.