Los vendedores ambulantes completan un paisaje urbano (y también rural), siempre en movimiento
Tamaaaaaaleeessss…
La paletiiiica de´ladoooo…
ajooo, ajograndeycebollaaaaa…
Esta no es la historia de los pregones modernos. No se asuste. No hay cómo escribirla porque se desconoce quién inventó la musiquita y el pregón de la paletica de helado; casi todo el mundo desconfía de los ingredientes de los tamales; y hay tantos caminantes de largas ristras impagables, que podría gestarse una pequeña guerra fratricida si nos ponemos a indagar por el origen.
Esta no es la historia de cómo una frase corta y cadenciosa puede ubicarnos en tiempo y espacio, en un lugar específico, incluso, tantísimos años después de la primera vez. Ese es un relato que ahora no nos atrevemos a escribir.
Esta es la historia de cómo una tradición ancestral, la del vendedor ambulante que se adueña del espacio público, de la calle, de sus parques y aceras, ha sobrevivido a nuestros días. Ni siquiera las grandes ciudades del mundo, con sus McDonalds, Starbucks y los pollos fritos Kentucky han podido barrer del mapa sentimental y físico a los ambulantes.
Imagínese una comarca como la avileña, donde estamos aún a medio camino entre lo antiguo y lo viejo, si iban a desaparecer. Por el contrario, la ampliación de las actividades económicas permitidas para el trabajo autónomo y la inventiva del ciudadano ante los apremios de la economía doméstica han multiplicado los vendedores que, a pie, en bicicleta, en triciclos o sentados en la acera, completan un paisaje urbano (y también rural), siempre en movimiento.
A esa economía “de calle” le dedicamos hoy nuestras miradas.
En el mismo corazón de la ciudad se venden las rosas más lindas (y caras).
Mañana 2 de noviembre no alcanzarán las flores para honrar a nuestros muertos.
Suave con los precios, mi amigo.
¿Te acuerdas cuando el granizado valía 5.00 pesos?
¿De qué lo quiere tía?, ¿de naranja?
Ajoooograndeeee… ¿me llamó señora?
Hakunamatata, una forma de tomar helado.
¡El “key”!, ¡El rico “key” de capuchino!, ¡vamo´que me voy!
Que nadie piense que esto es publicidad. Ni siquiera hemos probado los dulces
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