Por Sayli Sosa Barceló
En saludo al 26 de Julio finalmente fue reinaugurado y abierto al público el museo Casa Natal de Pedro Martínez Brito en Ciego de Ávila.
Mientras miramos la foto del expediente del Instituto de Segunda Enseñanza, le digo a Carlos La Falce, zalamera, que qué lindos eran Pedro Martínez Brito y el Moro Assef. “Sí, eran bellos seres humanos; unos muchachos increíbles”, me responde el memorioso avileño con quien comparto una tarde de julio el recorrido por la memoria.
Ambos asistimos a la reinauguración de la casa natal de aquel jovenzuelo al que sus amigos llamaron Pájaro Loco, por emular en gracia e intranquilidad al dibujo animado. También le decían Pillín. Era hermoso sí, y fiero, temerario, efervescente.
Carlos La Falce, quien fuera su compañero de estudios y de andanzas juveniles, visitó muchas veces aquella casita humilde de la barriada sur de la ciudad y recuerda con precisión milimétrica el espacio, las formas. Por eso ahora, ante las paredes y el techo restaurados, puede decir con absoluta certeza que se ve más linda que entonces.
A su amigo Pedro Martínez Brito lo mataron en La Habana, cuando tenía la vida entera por delante, en una tarde soleada de julio de 1958, después de que se ganara un lugar en la Historia, al lado de Manzanita (José Antonio Echeverría) y muchos otros muchachos, casi niños, que terminaron la Revolución tantas veces pospuesta. ¡Apenas a seis meses de ver el triunfo!
Un poco de esa energía permanece todavía, impregnada en las prendas, los objetos, la tinta sobre el papel y una caligrafía legible, estilizada, decimonónica. Puede sentirse si uno pasa la mano sobre los muebles, pero, sobre todo, entra por los ojos cuando es Pedro Martínez Brito, a sus 23 años y una convicción irrenunciable, quien mira al visitante, desde un cuadro en la pared.
La nueva museografía de la casa natal, más moderna y con mayor información visual, permite hacer el recorrido cronológico por la vida del mártir avileño. En urnas debidamente selladas se conservan objetos personales, documentos históricos y fotografías que cuentan una vida corta, pero intensísima.
La placa conmemorativa se colocó en la casa natal a propósito del vigésimo aniversario del asesinato de Pedro Martínez Brito.
Puede leerse algunas páginas de su expediente estudiantil.
La museografía combina piezas originales con información en gigantografías.
Certificado de nacimiento del niño Pedro Pablo Martínez Brito, hijo de Gumersindo Martínez Orihuela y Maximina Brito Herrera.
La inversión estaba pendiente desde 2021.
El museo cuenta con visitas guiadas que permiten profundizar en la información dispuesta en vitrinas y paredes.
Una letra impecable tenía Pedro Martínez Brito y en su cuaderno de anotaciones escribió fragmentos de El Presidio político en Cuba, de José Martí.
Los Martínez Brito fueron una familia humilde. Los padres eran naturales de Jagüey Grande y tuvieron seis hijos.
Al decir de su amigo Carlos La Falce, el espíritu de Pedro Martínez Brito vive en todas las calles, escuelas, consejos populares que perpetúan su nombre.
Se conservan aún algunas prendas de vestir que usó el joven revolucionario.
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