Piña Colada marca el ritmo del éxito

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Por Ailén Castilla Padrón para Invasor

Polito Ibañez no pasa de moda. Foto Michel GuerraCuando el pasado domingo el Festival de Música Fusión Piña Colada quedara sellado con agua, ya sumaban cuatro días de conciertos hasta la madrugada, ojeras e interpretaciones al más alto nivel, con alrededor de 35 agrupaciones y artistas, que superaron cualquier expectativa y fueron pretexto feliz para que el ritmo y el sabor de la música cubana, en sus más diversos estilos, géneros y formatos, se impregnara en la ciudad.

Contra todo pronóstico y luego de dos años en pausa, el público pudo reencontrarse con las grandes presentaciones, y se sortearon las limitaciones económicas con un monto de alrededor de cinco millones de pesos para empujar el certamen. Además, se logró un programa abarcador, que llegó lo mismo a los barrios y consejos populares que al escenario central de la plaza Máximo Gómez. Este fue un mérito indiscutible, y el otro fue arrancar con un desfile que reunió valiosos exponentes de la cultura avileña.

La inauguración resultó una suerte de recorrido por nuestra idiosincrasia, donde concurrieron desde los bailes de los braceros antillanos hasta el folclor campesino, el teatro de títeres y la sonoridad de Arnaldo Rodríguez y El Talismán. Precisamente, la iniciativa intentó un propósito mayor: renovar la cita.

El primer gran concierto fue el de Raúl Paz, que combinó el sentimentalismo y la belleza de sus letras con la excelente ejecución de sus instrumentistas, a los que se sumó una invitada especial en el contrabajo, moviéndose la presentación, también, en el terreno de la improvisación. La “etiqueta” de música fusión se queda corta para describir el estilo salsa-pop-jazz-electro de sus composiciones, que fueron coreadas y aplaudidas hasta el cansancio.

Luego, fue el turno de David Blanco que, con su acostumbrada fusión entre el rock, el rap, la balada y la canción subió la temperatura de la noche. Composiciones de su más reciente producción discográfica, Feudalismo moderno, confirmaron la madurez del artista, quien ha ganado su lugar en el panorama sonoro cubano contemporáneo con un estilo muy personal y talento indiscutible.

Con la presentación de Polito Ibáñez quedó claro que ni él ni sus canciones envejecen, por más que el recorrido musical llevara al auditorio desde Somos números, del fonograma homónimo producido en el año 2003, hasta su más reciente disco, el cual verá la luz con la disquera italiana ART Music.

Nos quedamos con la jovialidad de su “alias”, con la madurez de sus composiciones y con su empuje sobre el escenario, con canciones tan auténticas y sobrecogedoras como el primer día. Quedó claro que ni la poesía de su lírica ni el hálito filosófico que la ensalza pasan de moda.

Igual de impresionantes fueron los muchachos de Toques del Río sobre el escenario, un torbellino de frescura en las letras y con una fuerte proyección escénica, que convierte cada una de sus presentaciones en un verdadero show.

Si bien la música alternativa encontró puerto seguro en estas jornadas, la popular bailable, también, contagió y arrolló con la presentación de pesos pesados del género en Cuba: El Niño y La Verdad, Iván “El hijo de Teresa” y la Charanga Latina.

El niño y La verdadEl Niño y La verdad ofrecieron un concierto memorable

Sobre el escenario Emilio Frías, sonero por excelencia e improvisador original, con experiencia forjada en conjuntos como Tumbao Habana y Revé y su Charangón, hizo lo que mejor sabe: cantar al más alto nivel. De este modo, se disfrutaron temas ya antológicos en el repertorio de la joven orquesta y otros nuevos, inscritos dentro del universo de experimentación sonora, que roza con cada una de sus composiciones.

La rumba, el son y la guaracha hicieron del concierto un lujo y el estribillo “alaroye no, alaroye y bien” subió como un eco en la plaza, más llena que cualquier otra noche.

Sin embargo, nos quedamos con las ganas de disfrutar de Adalberto Álvarez y su Son, porque el único concierto previsto en el escenario central comenzó a las 4:00 de la madrugada; para entonces el cansancio era mucho y menos los bailadores.

De hecho, este fue uno de los tropiezos de la programación: las demoras en el inicio de las presentaciones, más evidentes cuando varios artistas debían compartir el mismo escenario y terminaban acortando el tiempo del espectáculo.

Lo otro sería que varias agrupaciones, sobre todo pertenecientes al catálogo de la Empresa Comercializadora de la Música y los Espectáculos, Musicávila, ante las muchas actividades previstas y los espacios donde fueron programadas terminaron trabajando para un puñado de espectadores. Si bien ningún público es menor, a la larga el entusiasmo, las energías y las ganas decayeron.

No puede decirse lo mismo de la Asociación Hermanos Saíz, que volvió a ser subsede del Piña Colada y correspondió con creces el honor, confirmando la fidelidad de quienes la visitan regularmente y de cómo explotan al máximo el espacio de la Casa del Joven Creador, que ahora se quedó pequeña.

No solo mantuvieron un programa ambicioso, sino que acogieron el Simposio Música y Juventud, esta vez con temáticas más novedosas que antes e invitados de lujo. Así, se debatió sobre los 70 años de la fundación de la cadena Radio Surco; la música de concierto, la electrónica, el reguetón y su relación con los jóvenes, la sociedad y las industrias culturales, y sobre la realización de los podcasts musicales, en voz de realizadores como Max Barbosa, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.

Fue en este sitio donde el Dúo Iris, esos muchachos que saltaron a la fama luego de ganar el concurso Adolfo Guzmán en 2019, ofrecieron un derroche de sensibilidad y armonía. Temas incluidos en su disco Mi suerte como Vida, vida, Nana para despertar, Haciendo fe y Quién fuera, composición original de Silvio Rodríguez, fueron los que regalaron al público en una complicidad tremenda y con una ternura inigualable.

Duo Iris

Si a través de las pantallas gustan y desbordan amor, en vivo y en directo encantan, pues Dayamí Pérez Sánchez y Javier López Elías proyectan con sus letras y melodías el amor que se tienen y nace la magia de solo mirarse.

Como complemento de la cita estuvieron los artistas de las series televisivas Calendario, Tras la huella y , quienes condujeron los conciertos en la plaza central y, en un maratón de trabajo, se acercaron a diferentes centros educacionales del territorio para intercambiar y dialogar con los jóvenes.

En sus palabras: “Ha sido una experiencia muy bonita y nos hemos sentido muy queridos por los avileños. Nos satisface el éxito que han tenido las propuestas televisivas. Además, prestamos atención a sus sugerencias”.

Hay mucho más para contar: las presentaciones de Osaín del Monte, Will Campa y Dayani Gutiérrez, el pianista Ernesto Oliva y su concierto casi didáctico con estudiantes de la Escuela Elemental de Arte Ñola Sahíg Saínz, el Dj Sax Leo Milano de Cuba, Gape y Nelson Valdés. Entonces, nos alegramos de que no quepan todas las reseñas aquí, porque es el medidor exacto del alcance y dimensión del Piña Colada, festival que sigue marcando el ritmo del éxito para la música, los artistas y el público en Cuba. Desde acá, tuvimos la dicha de vivirlo en primera fila y, desde ya, comenzar a soñar su regreso.